Jesuitas.org.co
LISSN 0122-9168 No. 11 Enero-Diciembre • 2014 pp. 85-97
Pensamiento Humanista Medellín-Colombia
a educación católica
en el horizonte de la
reconciliación en Colombia
Catholic education in the reconciliation framework
Walter Quintero Cardona SJ1
1 Estudiante de la Licenciatura en Teología de la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá). Este
trabajo fue presentado en el Coloquio de Estudiantes Teored.
Correo electrónico:
[email protected]
Artículo recibido el 9 de febrero de 2015 y aprobado para su publicación el 30 de marzo de 2015.
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El requerimiento social de caminos que conduzcan a una reconciliación viable en
nuestro país más allá del pesimismo que ciertamente ha generado la memoria del
conflicto y la intolerancia nacional, ha puesto a pensar a los distintos estamentos
y agrupaciones sociales sobre cómo pueden estos desde sus diferentes ámbitos,
implicarse en la consecución de relaciones sociales menos violentas entre los
colombianos. Este es un momento oportuno para que la Iglesia colombiana y las
comunidades religiosas, que orientamos la educación católica en este país como
religiosos y educadores de la juventud, podamos dar cuenta de nuestro aporte a este
propósito social en el origen mismo de la restauración social que esperamos.
Escuela católica, Reconciliación, Espiritualidad, Discurso.
Due to the social requirement of ways which lead to a viable reconciliation in our
country, beyond the pessimism that has certainly generated the memory of the con-
flict and national intolerance, all authorities committed into this process and social
groups are reflecting on how they can get involved to help from their different areas
to get less violent social relations among Colombians. For the Colombian Church
and the religious communities in which the Catholic education of this country is
directed, this is the right opportunity when we can account for our contribution to
this social purpose, it is a reason to be concerned, as religious people and educators
of youth, in the very origin of the social restoration we expect.
Catholic School, Reconciliation, Spirituality, Discourse.
A partir de esta convicción sobre el lugar relevante de la escuela católica en
el horizonte de la reconciliación en Colombia, pretendemos esbozar con
esta aproximación (1) por qué ha sido central la Iglesia en la historia de la
educación en general y en nuestro país, y (2) cuáles son algunos retos a los
que podemos apostar, de acuerdo al nuevo lugar de influjo social que ocupa la
educación católica en la sociedad colombiana; todo esto para los fines sociales
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La educación católica en el horizonte de la reconciliación en Colombia
del país. Que la escuela católica logre actualizar y transmitir los impulsos más
genuinos de su espiritualidad cristiana: este es nuestro mejor aporte para la paz.
1. Relevancia de la Iglesia en la historia
de la educación
A mediados del siglo XIX, la burguesía parisina, que había inaugurado una
gran fuerza representativa en el advenimiento de la escuela laica, vuelve los
ojos a la Iglesia. La burguesía comienza a ver que la institución eclesial es un
instrumento para indicar la virtud de dejarse adoctrinar sin impaciencias,
especialmente en un momento donde el proletariado, que a comienzos del
mismo siglo había dado su apoyo a la nueva clase burguesa, comienza a reclamar
indignado el cumplimiento de las promesas económicas. A partir estos acon-
tecimientos la burguesía ve la necesidad de retomar una educación religiosa.
Pero las nuevas corrientes de la enseñanza no se van a hacer esperar
en contraste con el nuevo dominio de la educación católica. A finales del
siglo XX una nueva corriente "metodológica" comienza a aparecer en los
círculos académicos de la enseñanza. Las innovaciones didácticas y técnicas,
la búsqueda de una educación para el trabajo y la superación paulatina de
las preocupaciones en el orden de lo doctrinal y de lo filosófico, se abren
campo en la educación. La formación de los clérigos, solemne, distante,
sapiencial y soteriológica, se ve confrontada por nuevas didácticas con una
clara orientación práctica y un conocimiento que procura un dominio para un
saber hacer. Si el primer modelo tradicional de la educación es reservado con
relación a los alumnos, "la nueva didáctica" va a reconocer el valor personal
de los alumnos y su fuerza potencial de trabajo para la transformación social.
Esta racionalización de la escuela y su incursión en la técnica va a
reemplazar el individualismo característico de la vieja escuela con una forma
de socialización que fomentará los centros de interés de la nueva dialéctica,
en la que se van a supeditar las preocupaciones estrictamente técnicas y las
actividades libres y espontáneas del estudiante, por encima de la educación
doctrinaria que pretendía desarrollar en los niños una clara idea de humanidad
y de valores, pero sin fijarse en una preparación concreta que correspondiera
a la práctica del trabajo. No obstante, la hegemonía de la educación seguía
siendo eclesial, de ahí que la "nueva escuela" apareciera tímida al lado de la
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tradicional y existiera, en sus orígenes, con la venia de la misma. Entonces,
va a ser el auge de la sociedad comercial-industrial y la expansión política de
las ideas humanistas en los círculos sociales lo que determinará en un futuro
cercano el rumbo de la educación.
Después de la segunda mitad del siglo XIX, la conciencia de clase es
más contundente y la burguesía comienza a perder los rasgos ideológicos que
le dieron en otro tiempo la gran fuerza convencedora para la clase proletaria.
La burguesía es monopolista, clerical y a la vez profundamente doblez frente
a los principios que predica la Iglesia. Por eso, la aparición del socialismo
que aspira a realizar la plenitud humana a través de la lucha de clases y la
liberación de la opresión, reclama un hombre nuevo, y sus repercusiones
ideológicas no se hacen esperar.
En el caso de Colombia, las ideas de los nuevos pedagogos o "iniciadores
técnicos" europeos van a ser acogidas paulatinamente y comienzan a coexistir
con la escuela tradicional católica, es decir, con la nueva escuela laica, que
aún era elitista y las escuelas privadas encomendadas a la misión extranjera.
En ese sentido, los lapsus de tiempo en que el concordato de la Iglesia con
el Estado dejó de operar fue permitiendo que las ideas liberales y los círculos
sociales pudientes del país ganaran territorio para superar la sujeción de la
educación a la Iglesia. Entre tanto, las comunidades religiosas que funda-
mentaron la primera historia de la educación en el país, se ven obligadas a
repensarse para subsistir en un Estado que se vuelve cada vez más laico en sus
diferentes estamentos; en medio de esta actualización, algunas comunidades
no volverán a tener la fuerza precedente en la dirección y organización de la
enseñanza pública y privada.
Pero el hecho de que el Estado lentamente se hiciera cargo de la edu-
cación y el influjo de lo religioso fuera quedando relegado al ámbito de lo
privado, no eliminó por completo la influencia de la Iglesia católica en los
diferentes sectores de la sociedad. El Estado se fue volviendo vertiginosamente
laico porque correspondía a la idea del progreso, a las tendencias políticas
mundiales y a la gran fuerza de los nuevos gremios. Sin embargo, la sociedad
colombiana no se movió a ese mismo ritmo ya que, aunque la secularización
se fue expandiendo cada vez más, la identidad religiosa del país, con sus di-
ferentes matices regionales, si bien se transformaba apropiándose de las ideas
humanistas y económicas de la modernidad, no abandonó de su vida, de su
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cotidianidad y de su esperanza la fe cristiana recibida, que ahora comenzaba
a reinterpretar bajo esta perspectiva.
En ese sentido, en la historia de la educación en Colombia la religio-
sidad siempre ha tenido una posición de relevancia en los criterios y en los
contenidos educativos. El influjo de la "doctrina" como conjunto de verdades
cristianas que se debían saber, está a la base de la enseñanza que, en sus comien-
zos, se impartió en tiempos de la conquista y de la colonia. Este compendio
de verdades seguía formando parte en la preparación de los contenidos de
la enseñanza, principalmente la que estaba a cargo de las órdenes religiosas,
aun cuando los "currículos" posteriormente comenzaran a enfatizar en otras
prioridades del conocimiento. En los tiempos republicanos la doctrina fue
tomando otras formas, pero sigue presente en la formación de los niños y
jóvenes, quienes son iniciados en la vida sacramental tras un influjo familiar
determinante. En la medida en que fueron cambiando los dirigentes de la
enseñanza en Colombia por una administración que procuraba un desarrol o
secular del hecho educativo, transformó, pero no eliminó, el sentimiento
religioso del pueblo.
Entonces, el primer recorrido abordado en este trabajo expresa la
transformación moderna de la escuela en la cual el influjo de la Iglesia en lo
educativo vive una primera ruptura, sin quedar la religión totalmente despla-
zada del plano social, aunque sí relegada a unos círculos cada vez más alejados
de lo público. El indiscutible lugar sobresaliente de la Iglesia, que aparece
como continuadora, mientras que asiste a las progresivas transformaciones
que han de llevar a la consolidación de los estados americanos modernos,
nos permite reconocer un referente histórico en el que la actual presencia de
la Iglesia y de sus institutos religiosos en la orientación de la educación no
es un acontecimiento gratuito sino que goza de un lugar significativo en la
constitución de nuestra propia historia.
Así, podemos constatar de qué manera las distintas comunidades
religiosas se han comprometido con la causa de la educación en Colombia
desde el primer momento de su llegada a las tierras americanas desde Europa,
asistiendo a los grandes cambios en la consolidación de los nuevos Estados
y el advenimiento de las luces del progreso moderno que comenzaron a
renovar todos los ámbitos de la vida cultural, social y política. En todo este
camino de modernización del país, también ha estado transformándose la
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infraestructura, los métodos y los contenidos de la educación católica, reno-
vación que ha permitido seguir constituyendo en nuestros días una fuerza
muy representativa en la formación de la niñez y la juventud colombiana.
2. Retos para la Educación católica hoy
Sabemos que hoy en día la mayoría de nuestros colegios liderados por
comunidades religiosas siguen gozando de buen nombre, una importante
cobertura, un alto nivel académico y buen posicionamiento a nivel nacional.
Muchas veces nuestros estudiantes llegan a ser reconocidos por su liderazgo
en el ámbito social y por el lugar representativo que ocupan en los distintos
estamentos de la vida pública.
Con todo, la educación católica y la educación religiosa privada han
comenzado a reconocer las grandes dificultades que se presentan para seguir
orientado la formación de sus estudiantes a partir del carisma de cada institu-
to; esto debido, particularmente, al encarecimiento de los medios necesarios
para que los estudiantes puedan acceder a la educación privada, al olvido que
paulatinamente el Estado ha tenido respecto de su responsabilidad con la
educación privada y a la mercantilización del sistema educativo que ha que-
rido hacer de las escuelas y universidades unas empresas y de los educadores,
funcionarios que administran conocimiento.
El olvido del Estado frente a sus obligaciones con la educación priva-
da, a la vez que quita el apoyo que debe a los institutos privados, por ejercer
la labor que le corresponde al mismo, quiere imponer los modelos de una
educación mercantilista, que por derecho, goza de una orientación específica.
Además, por el hecho de ser privados, el Estado ha sobrecargado el funcio-
namiento de las instituciones con numerosos tecnicismos y altos costos de
operación. Al interior de las mismas comunidades religiosas dedicadas a la
educación existen también numerosas situaciones adversas que cada instituto
conoce y que dificultan la apropiación de los fundamentos del carisma. Estos
problemas pueden ir desde la ausencia de religiosos continuadores de la obra,
hasta la falta de creatividad para comunicar el espíritu del instituto superando
la monotonía de las prácticas religiosas ordinarias.
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En ese sentido, uno de los grandes retos que se nos plantea a las comu-
nidades religiosas en el contexto particular del conflicto armado en Colombia
consiste en determinar cómo, desde nuestra relevante influencia sobre las
nuevas generaciones, podemos ayudar en el horizonte de la reconciliación de
nuestro país y en la búsqueda de vías alternativas para la resolución de este
conflicto. Tenemos mucho por aportar, no solo por la formación que damos
en nuestros colegios y universidades, sino también por la orientación cristiana
de la misma que busca, al menos por principio, que nuestros jóvenes se guíen
por criterios morales por encima de los valores culturales, que no pocas veces
pretenden reproducir la indiferencia frente a la urgencia de un compromiso
humanitario en el ámbito de la intersubjetividad.
Entonces, una primera conclusión que podríamos dejar clara es que
tenemos un gran reto para no dejarnos alucinar por las lógicas de un sistema
educativo sin espíritu o por las variadas contradicciones que provoque la
orientación de la educación católica dentro del Estado laico. Creemos que
la sociedad colombiana espera este aporte para avanzar en el camino de una
paz perdurable.
Por otro lado, se evidencia que la escuela privada no puede sustraerse
a las fuerzas del mercado, es decir, las universidades y colegios regentados
por las comunidades religiosas en nuestro país experimentan cada vez más las
limitaciones financieras en tanto que paulatinamente cuentan menos con los
subsidios de los fondos estatales; esto ha conducido al encarecimiento de las
pensiones y a la búsqueda de nuevos ingresos a través de convenios con otras
empresas privadas. Por eso, no es gratuito el que las universidades tengan que
rediseñar constantemente sus carreras y ofertar sus facultades de acuerdo a
la demanda del mercado, práctica que conduce al establecimiento de nuevas
relaciones de mercado con sus clientes-estudiantes en un entorno cada vez
más competitivo. Este nuevo manejo en la administración de la educación
ha encarecido la manifestación y vivencia del carisma propio en el caso de la
educación privada regentada por las comunidades religiosas, a tal punto que
es común encontrar estudiantes que llegan a pasar años en las instituciones
de educación básica y superior sin enterarse siquiera que se trata de un cole-
gio o una universidad católica orientada por tal o cual comunidad religiosa.
Ante este nuevo panorama que se vislumbra desde el espíritu y la
pedagogía de la educación católica en los contextos donde ejercemos como
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maestros, es necesario repensar cuál es nuestro lugar en la formación de las
jóvenes generaciones colombianas y qué propósitos orientan nuestros mo-
delos educativos. Siendo la escuela un escenario fundamental que prepara
para la vida en sociedad, para las relaciones humanas y para el cultivo del
hombre social, a continuación proponemos tres propósitos que puedan
orientar nuevas prácticas educativas a la luz de una espiritualidad cristiana
que necesariamente nos lleve a trastocar la escala de los valores culturalmente
defendidos y fundamentados por las corrientes del mercado y nos pone en
sintonía con una manera de actuar que ciertamente no corresponde al criterio
de las mayorías. El uso de un verbo tan revelador para nuestro apostolado
educativo como es cultivar, nos permite dar a entender que en la paciente y
apasionada dedicación de religiosos y maestros, podrá tener valor y actualidad
en nuestros jóvenes, aquella experiencia de fe que confesamos.
3. Cultivar la fe en el ser humano más allá
del discurso de la competitividad
El establecimiento del libre mercado en el plano nacional e internacional ha
comenzado a delimitar los programas y los contenidos de la educación supe-
rior, comenzando por las universidades, las cuales para no perder acreditación
de calidad y prestigio, deben hacer carrera en el mundo empresarial. Hace
mucho que la competitividad como discurso se maneja dentro del sistema
educativo y también hace parte de la orientación académica de los colegios
privados que buscan posicionamiento estatal. El hecho de que la educación
superior se oriente cada vez más a la preparación de sus estudiantes para el
emprendimiento y el mundo del trabajo, para que sean líderes en el ámbito
de la competencia del mercado, conlleva un peligro evidente que consiste
en desmentir la solidaridad como principio que ayudaría a disminuir las
profundas brechas económicas que a los colombianos particularmente nos
distingue en estratos sociales.
El énfasis en la competitividad tiende a mellar la solidaridad y la con-
fianza en el ámbito de las relaciones sociales, a tal punto que las personas pue-
den dejar de creer en las buenas intenciones, en el valor de la palabra, a dudar
de la creatividad y del entendimiento de los otros en la vida social, y a hacer
depender todas sus decisiones del valor de utilidad y el usufructo personal que
se puede obtener en cada momento. Una asunción tal de la competitividad
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contiene otro peligro de fondo un tanto más delicado: que el hombre tiende
a creer cada vez menos en el hombre. Si el hombre moderno sospechó de
los ideales de la política y de la religión, el hombre contemporáneo parece
sospechar progresivamente de la bondad humana porque el ambiente cultural
lo invita a vivir cada vez más prevenido frente a las intenciones de los demás.
Ante este panorama, el aporte de nuestra educación inspirada por el
seguimiento de Jesucristo es imprescindible para devolver la confianza en
el ser humano y para defender una cultura de la solidaridad. El testimonio
cristiano en nuestras obras educativas, sí busca ser coherente con el Evange-
lio, debería hacer cada vez más expresiva esa horizontalidad indisoluble de
la fe con relación al compromiso por la vida de los demás, especialmente
de aquellos que no cuentan con medios para hacer efectivos sus derechos.
En el contexto del conflicto colombiano y de la búsqueda de la paz, dicho
testimonio es indispensable para crear puentes entre los distintos actores del
conflicto y sus víctimas.
Entonces, mientras que los colombianos no confiemos en la buena fe,
mientras que no comprendamos el otro lado del conflicto, aún con el yugo
soportado por la memoria de los victimarios, no podremos reconciliarnos
en este país. La educación católica y la espiritualidad de nuestros institutos
de vida religiosa gozamos de un terreno fecundo para que los colombianos
más jóvenes cultiven en sus relaciones esta apertura solidaria en el país que
han de liderar en el futuro.
4. Cultivar la liberalidad más allá del discurso
de la libertad
Liberalidad es una palabra típica de la literatura renacentista, muy ajena en su
significado al uso actual de los vocablos castellanos. Para nosotros la palabra
liberal está fuertemente cargada de un contenido político o se atribuye des-
pectivamente a una persona que no acata ni interioriza los principios morales.
Pero el uso moderno de esta palabra era radicalmente distinto; se decía liberal
de un hombre libre en sus afectos, libre de apegos. En la quinta anotación de
los Ejercicios Espirituales, San Ignacio recomienda al que va a recibirlos entrar
en ellos con mucha liberalidad, esto es, dispuesto, sin prejuicios y generoso
para entregarse con dedicación al cultivo espiritual.
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La libertad de la revolución francesa y el liberalismo político nos han
transmitido otras acepciones de hombre libre, como aquel que se libera
de la opresión dominante y de las estructuras políticas y económicas. En
este sentido, la libertad pasa a ser representativa en cuanto que recoge las
aspiraciones de un colectivo específico respecto de un sistema de poder. Los
ideales americanos independentistas del siglo XIX y la posterior formación
de ideologías liberacionistas dentro de los Estado modernos, dan razón de
una nueva apropiación de la libertad.
Pero más allá de lo "libre" como virtud en el siglo XVI o como libe-
ración política después de la colonia, las acepciones de la libertad hoy son
mucho más banales. Se habla de mercado libre, prensa libre, competencia
libre, periodismo libre. Esta libertad consiste en el anuncio y defensa de las
propias ideas e intereses hasta donde el límite social lo permita, hasta la delgada
línea que, atravesada, puede vulnerar los derechos ajenos. La consecuencia
de vivir la libertad bajo esa lógica del límite está en que la asunción de los
propios intereses busca siempre correr un poco más la franja del derecho a
favor propio, en tanto que la legalidad le confiera ese derecho. El ejemplo más
claro lo tenemos en el libre mercado que muestra su lado oscuro cuando en
el juego legal del comercio se permite poner a competir el mercado nacional
compuesto de pequeñas y medianas empresas, medianamente tecnificadas,
contra la gran industria trasnacional.
Lamentablemente la tendencia más intimista y acaparadora de la li-
bertad ha encontrado acogida en nuestras obras educativas: se deben formar
líderes emprendedores, competentes, aptos para tomar las riendas de la eco-
nomía global ¿Y qué hace la educación católica en este país? ¿Reproducir sin
más este discurso? Si queremos ser fieles a nuestro espíritu cristiano, tenemos
que hacer ver los costos del progreso y denunciar de qué manera el estado
actual de la sociedad nos conduce a un egoísmo que además de progresivo es
justificado en una mal llamada libertad. Nosotros queremos dar testimonio
de otro tipo de hombre libre, el que nos enseñó Jesús, el que se niega a sí
mismo, a sus propias apetencias para que también otros gocen de los bines
de la tierra, el que se hace último y se pone al servicio de sus amigos. Con
su vida, Jesús nos enseñó que en el corazón del hombre es donde se riñen las
definitivas batallas, que la liberación más sublime consiste en liberarse del
egoísmo propio para hallar sentido a la propia vida en el encuentro con otros.
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La educación católica en el horizonte de la reconciliación en Colombia
Entonces, el reto es que nuestros jóvenes sean liberales, que estén dis-
puestos a donar su vida y su tiempo para la consecución de otro orden social
menos agresivo, que no sean recelosos para poner sus cualidades al servicio de
quienes necesitan apoyo para encontrar esperanza. Y desde esta perspectiva,
este compromiso evoca también el horizonte de nuestra vocación cristiana.
5. Cultivar la espiritualidad más allá
del discurso religioso
Las prácticas religiosas que se llevan a cabo en la escuela católica gozan de
una acogida aceptable en el contexto de la comunidad educativa gracias a la
revitalización y creatividad de los institutos religiosos que, sin lugar a dudas,
van actualizando su espíritu fundacional y la misma experiencia de fe eclesial.
Sin embargo, debido a la rapidez de los cambios socioculturales, de las nuevas
identidades que se desplazan frente al sentido de lo religioso, particularmente
entre las culturas emergentes, sabemos que muchos de nuestros estudiantes,
aun cuando participan de celebraciones y prácticas religiosas institucionali-
zadas, no se sienten identificados con la fe cristiana ni con su participación
en la Iglesia. Nos sorprenderíamos si pudieran expresar tranquilamente qué
significa para ellos la orientación religiosa que se promueve en el colegio
católico. El hecho de que la Iglesia como institución esté dejando de ser
un referente imprescindible en la moralidad de la familia, es causa en gran
medida de que los niños y jóvenes vean cada vez menos a la religión en el
horizonte de su sentido vital.
Si a esto le sumamos que todavía muchas obras educativas de orienta-
ción católica siguen reproduciendo prácticas religiosas ritualistas, solamente
devocionales, no pocas veces carentes de espíritu, se podrá entender de qué
modo las mismas comunidades religiosas mediamos para que las generaciones
contemporáneas se cercioren de la ineficacia de la experiencia de fe cristiana.
Si estos mismos jóvenes pudieran encontrar en nuestros carismas algo más
profundo que el discurso religioso, si pudieran cultivar su espiritualidad y
alcanzar esperanza y deseos de una vida más auténtica, si pudieran reconocer
en nosotros los religiosos y educadores el testimonio de lo que anunciamos,
por nuestra disposición para escucharlos y acompañarlos en su crecimiento,
los ayudaríamos enormemente a salir de ese nubarrón de prejuicios en que
se mueven respecto de todo lo que les suena a espiritualidad.
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La espiritualidad es el puente que comunica la experiencia de fe y la
identidad religiosa con los ámbitos más cotidianos y determinantes de la vida
misma. Es la práctica que da sentido al hombre religioso y lo confirma en su
religación como persona sensata y coherente en sus relaciones intersubjetivas,
en tanto que su experiencia religiosa atraviesa y permea todos los ámbitos de
su vida, a tal punto que su obrar es el testimonio de su fe para aquellos que lo
conocen. Pero la vida espiritual es un itinerario largo que requiere un cultivo
continuo que conduce a una disposición esencial para aprender a discernir
las mismas mociones espirituales que nos permitirán elegir aquello que más
nos conduce a la vida.
La espiritualidad cristiana encuentra así un vínculo indisoluble entre
la espiritualidad y la moral, de tal manera que aquella no culmina en una ar-
monía intimista sino que nos transforma y nos lanza hacia una entrega mayor
de nuestra vida. De este modo, el deseo de Dios, de encontrarle sentido y
esperanza a la propia vida en la contemplación, en el silencio y en el servicio
a los demás, constituye una sola realidad cristiana que da razón por sí misma,
que a través de una profesión de fe auténtica, constituye nuestro mayor aporte
para la tan deseada transformación del hombre y de sus estructuras sociales.
Nuestros jóvenes estudiantes necesitan comprobar que el cultivo de
la espiritualidad nos plenifica y nos transforma en personas de paz y que el
seguimiento de Cristo sana nuestras heridas y nos llena de sentido cuando la
sensación de hastío y la insatisfacción que genera la fugacidad del bienestar,
se apodera del ser humano y le roba su horizonte. La espiritualidad es lo que
dispone a la experiencia religiosa y a la profesión de fe, y no lo contrario. Pero
nosotros pretendemos que las personas crean sin haber tenido experiencia
personal de fe, de ahí que para muchos de los que nos escuchan hablar de
Cristo, el Evangelio sea algo irrelevante y la fe nada más que una fantasía. La
educación católica debe propiciar ambientes para estas experiencias personales
de fe, para que los jóvenes que formamos aprendan a discernir y descubran
por su propia experiencia espiritual qué dibuja Dios en sus vidas y si están
dispuestos o no a asumir las implicaciones de la fe.
Las tres propuestas que hemos abordado a partir de la distinción de los
retos actuales para la educación católica en Colombia tienen como finalidad
distinguir nuevos impulsos de nuestras obras educativas que actualicen una
espiritualidad cristiana con implicaciones reales en la regeneración social,
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La educación católica en el horizonte de la reconciliación en Colombia
permitiendo así que la paz que esperamos en nuestro país brote del corazón
del hombre espiritual.
Este propósito de constatar el lugar de la educación católica en la realidad
colombiana a lo largo de la historia hasta nuestros días y la necesidad de
plantear nuevos retos para los modelos y enfoques de nuestras obras educa-
tivas, necesariamente nos pone a pensar en torno a cuál es la especificidad y
el sentido de este modelo educativo en relación con la construcción del país
y con sus grandes problemáticas sociales.
La repercusión espiritual y moral de esta escuela, si realmente suscita
un acontecimiento performativo en la persona, llegará a constituir efecti-
vamente una presencia renovadora para instaurar vínculos sociales capaces
de superar el conflicto y restaurar las relaciones rotas. Pero el solo hecho de
pensar la especificidad y el sentido de la escuela católica hoy, ya es una labor
espinosa y no menos indispensable. Tarea espinosa a raíz de los nuevos esce-
narios socioculturales en que ella persiste y labor indispensable dado que es
por su servicio a la consecución de los fines de la sociedad, que la educación
católica podrá aparecer en el horizonte de la vida pública; en Colombia, en
el horizonte de la reconciliación.
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Source: http://www.jesuitas.org.co/documentos/490.pdf
THE JOURNAL OF BIOLOGICAL CHEMISTRY Vol. 274, No. 37, Issue of September 10, pp. 26279 –26286, 1999 © 1999 by The American Society for Biochemistry and Molecular Biology, Inc. Printed in U.S.A. Crystal Structure of a Maltogenic Amylase Provides Insights into aCatalytic Versatility* (Received for publication, April 13, 1999, and in revised form May 25, 1999)
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